jueves, 21 de noviembre de 2013

Una de mis grandes virtudes , que para muchos es un defecto, es la sinceridad. Es primordial en mi vida, es suficiente para sentir confianza en el otro. Pero en esto me considero ingenua porque no todos son sinceros, muy pocos van de frente ante un problema o circunstancia, y de pronto me veo en una situación forzada por querer inculcarle a alguien una verdad que quizá le duela o ni siquiera escucha. Hundida en una burbuja de mentiras, de problemas, de creer que lo que uno hace está bien y que el resto se equivoca al pensar lo contrario. De pronto uno nota que esa verdad que le queres cantar, gritar a la persona errada es en vano. No solo porque es ingenuo pensar que va a escucharte sino también genera cierta impotencia sentir que tus palabras están siendo rechazadas.
No todos son sinceros, pero a la hora de pensar en quién confiar, automáticamente pensas en quien te dice la verdad, claro está que pensas en la verdad que queres escuchar, no la que te lastima.
Efecto boomerang : verdad que va.. verdad que vuelve? Mentira.

Voy por la vida esquivando mentiras, por mucho que me duelan ciertas verdades. ¿Qué gano yo siendo sincera? Honestidad por quien me valora, con eso me alcanza. Que actitud cobarde es vivir de mentiras, cuando hay pocas cosas ciertas que te llenan el alma. Yo te quiero. Eso te llena? (ahí tenes una verdad, la querés escuchar?)

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